Buenas de nuevo. Aquí os asalto otra vez con nuevo tema del análisis de la humanidad. Esto se está convirtiendo en un documental de Felix Rodíguez de la Fuente.
Situación real: Son las 15:00, el restaurante donde sueles ir a comer lleno ("hasta las trancas"). Por fín te sientas, y respondiendo a algún fenómeno de la naturaleza, siempre escuchas el bullicio de la gente hablando, la música o la tele puesta, y cuando no, ambas a la vez. De pronto hay una mesa en la que deja de escucharse el bullicio. Adivinad por qué elemento de la naturaleza es sustituido el solape de conversaciones. Pues sí efectivamente el ruidito (sonitono) de un teléfono móvil. Y ahí es cuando se despierta la batalla campal.
De pronto en esa mesa donde se empieza a escuchar el primer sonitono hortera del día, sale al campo de batalla otro teléfono móvil con otro sonido sino más hortera, bien que le va a la zaga. Todos empiezan a partirse la caja (en la mesa indicada) y de pronto dice uno, "Atención! Escúcha eso!" Y el que lo pone se queda con la cara estática, deja de salibar e incluso respira menos para no tapar el sonido del telefonillo, y seguro que hacen un alto en el camino las neuronas del sentido del ridículo, mientras el personaje empieza como a flipar cual fumador empedernido de "chocolate". Para abreviar diré que la misma situación física se produce en los que escuchan. A esto que termina el ruidito, y tu que todavía conservas alguna neurona funcionando no te atreves a hacer ningún gesto que ni defraude al que te pone el sonidito ni que le de pie a decir "¡¡Enciénde el blutú que te lo paso!!". Si has cometido el error de hacer un gesto de "qué hortera, no se te ocurra mandar eso", seguramente se encerrará en si mismo y acudirá a otra víctima. Si por el contrario has hecho aunque sea un mínimo gesto de "psá no está mal", entonces agarra bien tu teléfono porque será capaz de encender tu bluetooth (¿Diente Azul?) y te pasará la dichosita canción.
De repente, cuando ya tus neuronas están bien estáticas al ver el dantesto panorama, sacas tu teléfono y se te ocurre la peor barbaridad del día. Enseñar tus sonitonos, super originales, y empezas a babear cual papi enseñando lo que hace su nene. En esto que el primero, que te enseñó su sonitono, exclama en su intento de salvar su pundonor y machacar tus melodías subiendo el volumen del teléfono, si hace falta, "pues mira este otro, este sí que es bueno". Y por supuesto esto se contagia a todos los comensales de la misma mesa. A los 2 minutos todos con el teléfono encima de la mesa a ver quién tiene el sonitono más hortera del mundo.
Es más, tu que observas, con alguna neurona dedicada a otros menesteres, observas el efecto dominó de los cacharritos. Al poco, otra mesa comienza con lo mismo, como diciendo "ahora veréis lo que es bueno". Y de pronto se desata la lucha más encarnizada y sanguinolenta de la historia por el sonitono más hortera.
Resultado: Al final te pegas todo el resto del día hablando de las melodías, el altavoz de tu teléfono con heridas de guerra físicas y morales (las segundas tardan más en cerrarse). Y sobre todo las neuronas del sentido del ridículo hechas polvo después de la sangrienta batalla. Y tu amor por lo hortera se abre paso ante la cordura que siempre, o nunca, te ha caracterizado.
He aquí otro misterio de la humanidad. ¿Hasta qué punto el móvil te sugestiona y es capaz de vencer, en muchas ocasiones, la barrera del horterismo? ¿Por qué, por qué, por qué? ¿Esto de los sonitonos horteras es otra de las drojas de diseño?
En fin, como la naturaleza es sabia y la humanidad no, esperaremos a que el curso de la naturaleza nos de una respuesta clara a estos fenómenos de la humanidad.
Situación real: Son las 15:00, el restaurante donde sueles ir a comer lleno ("hasta las trancas"). Por fín te sientas, y respondiendo a algún fenómeno de la naturaleza, siempre escuchas el bullicio de la gente hablando, la música o la tele puesta, y cuando no, ambas a la vez. De pronto hay una mesa en la que deja de escucharse el bullicio. Adivinad por qué elemento de la naturaleza es sustituido el solape de conversaciones. Pues sí efectivamente el ruidito (sonitono) de un teléfono móvil. Y ahí es cuando se despierta la batalla campal.
De pronto en esa mesa donde se empieza a escuchar el primer sonitono hortera del día, sale al campo de batalla otro teléfono móvil con otro sonido sino más hortera, bien que le va a la zaga. Todos empiezan a partirse la caja (en la mesa indicada) y de pronto dice uno, "Atención! Escúcha eso!" Y el que lo pone se queda con la cara estática, deja de salibar e incluso respira menos para no tapar el sonido del telefonillo, y seguro que hacen un alto en el camino las neuronas del sentido del ridículo, mientras el personaje empieza como a flipar cual fumador empedernido de "chocolate". Para abreviar diré que la misma situación física se produce en los que escuchan. A esto que termina el ruidito, y tu que todavía conservas alguna neurona funcionando no te atreves a hacer ningún gesto que ni defraude al que te pone el sonidito ni que le de pie a decir "¡¡Enciénde el blutú que te lo paso!!". Si has cometido el error de hacer un gesto de "qué hortera, no se te ocurra mandar eso", seguramente se encerrará en si mismo y acudirá a otra víctima. Si por el contrario has hecho aunque sea un mínimo gesto de "psá no está mal", entonces agarra bien tu teléfono porque será capaz de encender tu bluetooth (¿Diente Azul?) y te pasará la dichosita canción.
De repente, cuando ya tus neuronas están bien estáticas al ver el dantesto panorama, sacas tu teléfono y se te ocurre la peor barbaridad del día. Enseñar tus sonitonos, super originales, y empezas a babear cual papi enseñando lo que hace su nene. En esto que el primero, que te enseñó su sonitono, exclama en su intento de salvar su pundonor y machacar tus melodías subiendo el volumen del teléfono, si hace falta, "pues mira este otro, este sí que es bueno". Y por supuesto esto se contagia a todos los comensales de la misma mesa. A los 2 minutos todos con el teléfono encima de la mesa a ver quién tiene el sonitono más hortera del mundo.
Es más, tu que observas, con alguna neurona dedicada a otros menesteres, observas el efecto dominó de los cacharritos. Al poco, otra mesa comienza con lo mismo, como diciendo "ahora veréis lo que es bueno". Y de pronto se desata la lucha más encarnizada y sanguinolenta de la historia por el sonitono más hortera.
Resultado: Al final te pegas todo el resto del día hablando de las melodías, el altavoz de tu teléfono con heridas de guerra físicas y morales (las segundas tardan más en cerrarse). Y sobre todo las neuronas del sentido del ridículo hechas polvo después de la sangrienta batalla. Y tu amor por lo hortera se abre paso ante la cordura que siempre, o nunca, te ha caracterizado.
He aquí otro misterio de la humanidad. ¿Hasta qué punto el móvil te sugestiona y es capaz de vencer, en muchas ocasiones, la barrera del horterismo? ¿Por qué, por qué, por qué? ¿Esto de los sonitonos horteras es otra de las drojas de diseño?
En fin, como la naturaleza es sabia y la humanidad no, esperaremos a que el curso de la naturaleza nos de una respuesta clara a estos fenómenos de la humanidad.